Las ventajas de ser ‘la otra’: cuando convertirse en amante puede ser liberador

Podría parecer una locura, pero este papel a desempeñar entre bambalinas puede ser tremendamente reconfortante y librarte de muchos prejuicios e inseguridades

Los datos hablan por sí solos. En una reciente encuesta realizada por la firma Phiero, el 81% de los hombres y el 53% de las mujeres han asegurado ser infieles. ¡Ajá! Así pues, es altamente probable que si no estamos en una relación estable y salimos una noche de fiesta (u otro evento social que se precie), terminemos teniendo un encuentro ¿prohibido? con un hombre casado. Correcto.

Pero ¿qué pasa si lo que de primeras parecía un simple ‘meneo’ se convierte en una situación que se mantiene a lo largo del tiempo? Bien, es ahí entonces cuando aparece el concepto de ‘amante’ o ‘la otra’. ¿Diferencias entre ambos términos? Ningunas. Aunque bien es cierto que el segundo suele ser utilizado de manera un tanto despectiva. Pero vayamos, antes de entrar en faena, al Real Diccionario de la Academia Española para comprobar cómo define la palabra amante. Sorprendentemente, da dos acepciones que podrían chocar entre sí, pero que si lo pensamos un poco mejor, maridan a la perfección la una con la otra. Amante se refiere a “cada una de las dos personas que se aman” y también a la “persona que mantiene con otra una relación amorosa fuera del matrimonio”. Perfecto. Ambas definiciones nos dan como resultado la primera de las ventajas de convertirse en ‘la otra’.

Entender el amor de otra manera

Vivimos rodeados de amor romántico, sobre todo las mujeres. A las féminas se nos educa con cuentos en los que somos rescatadas por príncipes que no se despeinan al bajar del caballo (y qué melenas gastan, todo sea dicho de paso), hombres que nos tratan mal porque en el fondo nos quieren y todo eso inmerso en el halo de querer ser la única. El hombre y la mujer de tu vida, que dicen algunos kamikazes del amor.

Una manera de entender las relaciones que a veces nos lleva al egoísmo, a ver a la otra persona como un objeto al que deseamos y debemos poseer, y que, atentos a esto, debe sernos fiel por los siglos de los siglos… ¿Amén? No estamos diciendo que lo anterior sea malo. Cada cual elige la manera en la que quiere vivir el amor hacia otra persona.

Sin embargo, el compartir cama y alguna que otra cena furtiva con un hombre casado puede llevarte a entender que en el amor, como en la vida, no todo es blanco o negro. Existen los grises, ¡y de qué manera! Ser ‘la otra’ nos pone en la otra (nunca mejor dicho) cara de la moneda. Un querer sabiendo que él quiere a otra, pero que a la vez está feliz y relajado a nuestro lado. Y nosotras igual. Nos gusta, lo pasamos bien con él, pero casi que nos alegramos cuando se marcha porque ha quedado con su mujer y tenemos la cama para nosotras solas. Y he aquí que aparece la segunda ventaja de ser una ‘amante bandida’, parafraseando a Miguel Bosé.

Mantener un alto nivel de independencia

Cierto es que para conseguir tener una relación de pareja sana (cuidado con esto) hay que llegar a acuerdos para superar los desacuerdos. Es renunciar a una pequeña parte de tu vida para compartirla con el otro. Muy bien. Sin embargo, hay mujeres que no quieren tener que vivir negociando continuamente. Ser ‘la otra’ te permite seguir haciendo tu vida (cómo, cuándo, dónde y con quien quieres) y compartir los momentos que tú necesitas y deseas con ‘el otro’.

Evitar el mal de amores

Cuando una mujer sabe que es ‘la otra’, acepta mejor una posible ‘ruptura’ porque no es tal cosa. Que el roce hace el cariño no lo negaremos, pero cuando te acuestas con alguien que sabes que no está disponible para una relación de pareja es poco probable que acabes enamorándote. Casos hay, por supuesto. Pero no es menos cierto que cuando una mujer decide (que no acepta, que eso es otro tema) ser ‘la otra’ lo hace en buena parte porque, aunque siente atracción física, en el fondo sabe que el susodicho no es para ella. Así pues, cero dramas cuando alguno de los dos decida que no quiere continuar la partida.

Saber que sí hay terceras personas

Fuera celos. Es pura matemática. Si él tiene mujer, es que tú eres la ‘otra’ y ya sabes que sois tres (como mínimo) en la ecuación. Vaya que lo de preguntarle si se ve con más mujeres como que no procede. Eso que nos quitamos de encima.
Nada de familia política (ni suegra)

Hemos dejado para el final la guinda del pastel. El hecho de que al ser una relación ‘prohibida’, ni tu familia ni la suya sabrán de vuestra existencia. Nada de ir a comer los domingos a casa de la suegra. Eso ya lo hará ‘la otra’ que no eres tú. Bueno, ya nos entendéis.